En los salones de clases, tanto en la escuela como en la universidad, siempre había estudiantes que se mantenían callados, obedientes y tranquilos, mientras el resto nos dejábamos llevar por los impulsos de la adolescencia. Nos preocupábamos por sobresalir, ser populares, y disfrutar de las aventuras propias de esa etapa de la vida. Mientras tanto, observábamos a aquellos compañeros que permanecían enfocados, alejados de las distracciones y sin participar en las actividades que considerábamos importantes. A veces, éramos crueles con ellos, sin reconocer su inteligencia y fortaleza para controlar las ansias propias de esa etapa de la juventud.
Un ejemplo de esta situación es Mark Zuckerberg, un personaje muy reconocido. En su biografía y en las películas que relatan su historia, se le describe como un estudiante poco sociable. Tal vez, es esta misma situación la que lo llevó a crear una red social, en la que la interacción social a través de la pantalla se hace más cómoda, ya sea mediante aportes o chats, sin tener que enfrentarse cara a cara con la otra persona.
Es interesante pensar que aquellos estudiantes callados y poco sociables tienen un perfil similar al de los programadores de hoy en día. Ahora, estos brillantes personajes han logrado atraparnos a través de las redes sociales y la tecnología, consumiéndonos con sus ideas y creaciones. Sin embargo, también hay estudiantes astutos que saben aprovechar estas herramientas para su propio beneficio, compartiendo contenido divertido, erótico y entretenido que termina enganchando a los verdaderos tontos.
En mi opinión los tontos son aquellos quienes se dejan influenciar por estas tecnologías y se convierten en consumidores pasivos, siendo presa de las aplicaciones y contenidos creados por aquellos a quienes antes menospreciaban. Es preocupante cómo han subestimado el valor e inteligencia de aquellos que, en su momento, rechazaban las distracciones de la adolescencia y eran calificados con el término «nerds».